Cuando miro al espejo

Impulsivo, esclavo de pasiones y alumno de la coherencia, en el sendero de la madurez y en el abismo de la vida. Egocéntrico, con un amor propio que se pierde en ocasiones, corriendo detrás de mujeres que despiertan mis sentidos y duermen mi inteligencia. Amante de la vida, de los besos, de los aromas de primavera y las lluvias de sonrisas. Defensor de la verdad y enemigo de la hipocresía, que más de una vez se ha posado en mi boca y más de dos clavado en mi espalda. Amigo de los que valen esta palabra, de los que demuestran haciendo y no gastando saliva. Predicador del silencio como maestro, a veces se aprende más escuchando el tiempo y debatiendo con la soledad. Enemigo de ese que no soy yo, que en ocasiones aparece para atormentar mi cabeza, con pensamientos intrascendentes pero molestos. Hijo de las palabras, que poco a poco dirigen mi vida, que la embellecen, que la iluminan cuando lloro tinta a través de latidos. Familiar, por encima de la riqueza y de la salud, ambas son aportadas por una familia. Tú me ves todos los días y sabes lo que soy y lo que deje de ser, conoces mis llantos y reflejas mis sonrisas, narras mi vida, mis recuerdos o lo que quedan de ellos.

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