¿Por qué no llorar?

No me atreveré a pedirte que no llores, porque alguna vez yo también lloré. Y al hacerlo entendí cosas que no hubiera entendido sin lágrimas en mis ojos. Que sí. Que llores si quieres.
Lo triste sería que jamás hubieras conocido esas lágrimas que descienden mejilla abajo en los momentos más felices de tu vida. Triste sería que te acomodaras en el llanto y lo convirtieses en tu único modo de vida. Pero no es triste que llores de tristeza, tan sólo estás lavando tus gestos de dolor, para que tarden mucho más en aparecer.
Si después de haber llorado, sales a la calle y no ves el cielo más limpio, más te valdría sacarte los ojos para no hacerlo nunca más.
Las lágrimas jamás tuvieron un propósito destructivo, sino regenerativo. Son las llamas de tu propio infierno, pero te convierte en el ave fénix que resurge tras su última llamarada. Derrite el dolor de una partida, calcina la maldad en tus enemigos. No consigue que nada importe, pero consigue que todo importe un poco menos.
Dicen que algunas personas no merecen las lágrimas que derramamos por ellos. Pero seamos francos, en primer lugar da igual si las merecen o no, no se las estamos brindando a ellos. Y en segundo lugar, querer llorar y no hacerlo, debería estar tan prohibido como querer reír y no poder. El mal que nos aflige por dentro se estanca, se enturbia, y corrompe nuestros pensamientos, haciendo que, a veces, las lágrimas que no derramamos, se conviertan en continuos ataques para todos los demás, así que, de tener que llorar, llora.
No eres más débil por hacerlo, eres más fuerte, porque estás limpiándote por dentro, y ahogando en el fondo de un mar de lágrimas, tus penas y derrotas.
Hay dos cosas que siempre habrás de tener en cuenta:
Quien te dice que no llores, alguna vez ha llorado. Y lo más importante, quien te dice que llores si lo necesitas, te dice también que rías, después, hasta olvidar el motivo de tu llanto.

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