Corregir los errores

Elegantes melodías de piano acarician tus oídos, pero de golpe todo quiebra, las partituras arden y todo se viene abajo, la primavera crónica en la que estábamos sumidos se resquebraja y el frío inunda cada poro.
Y qué hacer después si los pasos se alejan, y no existe el recuerdo sin dolor. Uno se refugia en sí mismo, hibernan las emociones, mudas de piel, vagas entre noches, entre labios, en busca de qué, de quién. Un ególatra intolerante a las caricias, un misántropo con alergia al amor, pero todo eso es una tormenta efímera dentro de lo eterno que resulta el sufrimiento. Tras ello llega un sosiego, una redención y una hoja en blanco.
Según envejece el calendario las penas se padecen mejor y las alegrías son menos enérgicas, lo trivial pasa a serlo. No se puede desandar el camino y borrar huellas, ni colocar el acento en las palabras que carecieron de fuerza, no es posible borrar momentos, ni coger aquella moneda que yació resplandeciendo en el suelo… Nada de eso está a nuestro alcance, sólo cabe corregirlo mirando hacia delante, no hacia atrás. Apretar el puño, estrujar la vida con ímpetu y vivir con el acierto que nos faltó en aquel instante.

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